viernes, 22 de octubre de 2010

El problema es de conciencia

En nuestro recorrido diario hacia nuestro lugar de trabajo, siempre es ameno charlar con los amigos taxistas. Ellos son una especie de termómetro para la opinión pública. Allí, en el transporte público, es donde se genera el mayor número de opiniones, confesiones y hasta de consejos, para aquellos que de manera desesperada buscan orientación para resolver algún problema.
Con los taxistas hemos logrado concretar que la situación de nuestra sociedad, no es otra que la falta de conciencia para lograr objetivos comunes. Es decir buscar un colectivo proactivo que no solo le endilgue al gobierno todas las causas de sus males. Por ejemplo, Barcelona, capital del estado Anzoátegui, viene arrastrando desde hace casi 200 años, un grave problema de saneamiento ambiental. Hay una carta escrita en 1811, por un francés llamado Juan Buscat, donde le recomienda a la junta patriótica aplicar correctivos al problema de la basura y erradicar la endemia que producía las aguas desbordadas de los arroyos y quebradas que circundan a la sultana del Neverí.
El problema es de conciencia. La situación es cultural y de deformación de los niveles éticos que deben nacer en el seno de la familia.
Si un hijo crece en el seno familiar bajo el consumo y venta de bebidas alcohólicas, es evidente que de su seno nacerá un delincuente, tomando en cuenta que el propio padre no puede justificar la procedencia del dinero. En la actualidad sobran ejemplos. Delincuentes que pretenden tapar el sol con un dedo tratando de demostrar que el hijo, el hermano, etc., son honrados.
Transcurrirán muchos años para transformar a nuestra sociedad. Hará falta una nueva dialéctica que deje atrás las trampas y las simulaciones.

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