En
plena víspera de la semana santa, se hace factible revisar el famoso pasaje de
Jesús expulsando a los mercaderes del templo. Es uno de los elementos más
simbólicos de la vida, pasión y muerte del Hijo del Hombre, y exaltado por
muchos siglos por la iglesia Católica, Apostólica y Romana. Ese elemento
narrativo de la biblia, nos señala que el hombre de Nazareth visita el templo
de Herodes en Jerusalén, donde se consigue que era usado para la negociación de
ganado y cambio de monedas.
Sin
embargo, el uso del templo por los mercaderes tiene en espacio, tiempo y lugar
una controversial connotación en la historia universal de los pueblos. Véase
que el mundo fue sometido a la barbarie de un supuesto descubrimiento ejecutado
por Cristóbal Colón y una conquista desarrollada por los Imperios Español,
Británico y Portugués, bajo el estigma de la brutalidad y el sometimiento cultural de las etnias. En el caso de América, se cuentan por millones.
En
el uso del templo por los mercaderes, no puede quedar por fuera la iglesia
colonialista que utilizó a Dios y a la biblia para sentenciar que cualquier
desconocimiento al Rey, era castigo del
Todopoderoso, tal como ocurrió con el terremoto de Caracas, del 26 de marzo de
1812, cuando el Arzobispo de Caracas, Nicolás Coll y Pratt, calificó que era
bien merecido ese terremoto, por ser un castigo divino por atreverse los
patriotas a oponerse al reino de España con sacrílegas ideas independentistas.
Allí se hizo célebre las palabras de Bolívar: “Si la naturaleza se opone
lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca”.
Por
cierto, el Arzobispo Coll y Pratt recibe, en 1814, con campanadas y música
celestial al sanguinario Boves, en la iglesia catedral de Caracas, confirmando
que era el mercader mayor de la causa realista. Pero el elemento más importante
del cambio eclesiástico, como excelentes mercaderes, es el protagonismo de la
Conferencia Episcopal Venezolana al no perdonarle al comandante Hugo Chávez,
haberle arrebatado a la iglesia el exclusivo control de la religión por casi
200 años.
Venezuela,
desde la primera Constitución de 1811, declaraba que la religión Católica,
Apostólica, Romana, es también la del Estado, y la única, y exclusiva de los
habitantes de Venezuela. Sin embargo, con la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, en su artículo 59, establece que el Estado
garantizara la libertad de religión y de culto. Mientras que en el aspecto
educativo, el padre y la madre tienen derecho a que sus hijos o hijas reciban la
educación religiosa, que este de acuerdo a sus convicciones.
La
Conferencia Episcopal Venezolana, a través de la embajada de los Estados
Unidos, presentó un informe al gobierno gringo, donde resalta un concordato
firmado en 1964, entre el gobierno y la santa sede, donde se establecen las
bases para los pagos que debe efectuar el gobierno a la iglesia católica por el
sistema de educación religioso. Es decir sale a relucir la actitud
mercantilista de la Conferencia Episcopal Venezuela.
En
fin de cuenta, el pasaje bíblico de la expulsión de los mercaderes del templo
de Herodes, es una reseña más del por qué el resentimiento de los hombres de
sotana. Utilizan el púlpito para cuestionar el modelo económico de la
República. Como lo hizo Coll y Pratt en el siglo XIX, los nuevos mercaderes del
templo, como Baltazar Porras, Luis Ugalde, Jorge Urosa, Diego Padrón, José
Virtuoso, entre otros, se constituyeron en un apéndice de la Coordinadora
Democrática, para dar el Golpe de Estado de abril de 2002 contra el comandante
Hugo Chávez; luego en Mesa de la Unidad Democrática para desconocer el triunfo
de Nicolás Maduro, en abril de 2013 y ahora en Frente Amplio por una Venezuela
Libre, solo tiene un fin buscar la derogación de la Constitución Bolivariana
con una intervención extranjera, para volver al Concordato de 1964 que les
permite restituirle el invocativo que Venezuela es católica, apostólica y
romana. Y así convertir los templos en grandes mercados del bachaquerismo
religioso.
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