Hace
202 años Barcelona vivió una tragedia que puso en vilo su permanencia como
provincia de Venezuela. El lunes 7 de abril de 1817, a las dos de la tarde, las
tropas del coronel Juan Aldama, comandante general de la primera división del
ejército realista, con operaciones en la provincia de Barcelona, comienza un
feroz ataque contra la fachada de la Casa Fuerte. 12 artilleros, sin escrúpulo
alguno, tienen la misión de hacer sucumbir a más de 1500 vecinos de la ciudad,
entre ellos 50 enfermos recluidos en el
hospital, bajo el cuidado de las mujeres que abrazaron la lucha por la
independencia.
El
ejército de Aldama estaba conformado por una columna de cazadores, el batallón
Barbastro, la artillería, el regimiento Unión, y el regimiento del Rey. En el interior de la
Casa Fuerte, solo estaba el batallón Barcelona, el cual había quedado al mando
del General Pedro María Freites Gobernador
militar de la ciudad. Fue célebre su grito cuando defendía el recinto
Franciscano: “Viva el Libertador Simón Bolívar…Viva el batallón Barcelona,
fuego muchachos...Morid o Venced” en momentos cuando se lleva a cabo la
masacre.
Tanto
Freites como Eulalia Ramos Sánchez de Chamberlain se convierten en los
personajes más resaltantes de esa hecatombe. Freites su gloria se siembra para
siempre en el corazón de los barceloneses, no solo como uno de los vencedores
de la batalla de El Juncal, sino como un barcelonés que defiende con dedicación
la vida de los vecinos de su lar nativo. Hecho
preso, fue fusilado en la plaza Mayor de Caracas el 17 de abril, junto con
Francisco Esteban Ribas, Gobernador Civil, por órdenes del Capitán General
Salvador Moxó. Mientras Eulalia, conocida como Buróz ofrendó su integridad como
mujer y esposa del heroico Coronel William Chamberlain. Ella murió por defender
su honor que se trató de mancillar por las hordas de Aldama. Fue descuartizada
luego de ser amarrada a la cola de un caballo.
Ya
despuntada la tarde, cuando el sol comienza a declinar, la barbarie del Imperio
Español, personificado en Aldama daba cuenta de lo incautado en el convento de
San Francisco, conformada por 22 piezas de artillería de diferentes calibres,
con 9 cureñas, 918 fusiles, 487 bayonetas, 207 cañones sueltos, y una gran
porción de municiones y otros efectos que se hallaban en la Casa Fuerte.
Aldama,
al retirarse de Barcelona, ordenó derribar las murallas del convento de San
Francisco a cañonazos. Llegó a decir
“hay que reducir todo a escombros para que no quede ni el recuerdo”. Sin
embargo, nada ni nadie logró borrar ese recuerdo, aún las calles de nuestra
ciudad capital se sienten las almas de hombres y mujeres que dieron su vida,
exigiéndonos que jamás debemos doblegarnos ante ningún Imperio.
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