Este jueves 27 de
junio se celebra 201 años de la primer número del Correo del
Orinoco, y, por ende, el Día del Periodista. Utilizo el verbo
celebrar, porque conmemorar tiene otro significado. El Correo del
Orinoco, tal como lo formuló nuestro Padre de la Patria Simón
Bolívar es símbolo de libertad, de difundir la verdad, de ser
guardianes de la noticia y de la información. Para eso nacimos
periodista.
Esta digna
profesión, no es como aquella que se busca para resolver un problema
económico. Ser periodista es darle sentido a la historia que todos
los días se construye, bajo la premisa de que somos los
intermediarios entre el pueblo y sus actores primarios. No me gusta
utilizar sociedad, porque pareciera formar parte de quienes venden
la Patria con tal de saciar sus bajos instintos.
Escuchaba a un
periodista decir que en Venezuela hay persecución a los periodistas,
hay censura, no se permite ingresar a las instituciones públicas.
Recordé aquel chiste del entierro de un abogado, cuando el cura, en
el cementerio, decía: hoy entregamos a la tierra un padre
maravilloso, un esposo digno y un profesional a carta cabal. La
viuda, agarrando a su único hijo por el brazo, le dijo: Hijo nos
equivocamos de entierro. Pues sí, así ocurre hoy con el periodismo.
Hay periodistas que
fijan lo que se debe decir en las corporaciones, cumpliendo, por
supuesto, con el mandato del patrón. Tenemos una estirpe de
comunicadores que, cuando no está de acuerdo con las respuestas de
su interlocutor, arremete como un activista más de la política.
Usan las redes sociales para establecer estrategias y tácticas,
construidas bajo el novedoso fake news, tal como ocurre con lo que he
denominado los Perros de la Contracomunicación. Estos periodistas
acabaron con el Código de Ética, especialmente en su artículo 7:
El periodista está en la obligación de defender la nacionalidad y
debe ser instrumento para el desarrollo independiente del país, la
educación, la ciencia, la cultura y la comunicación y estar al
servicio de la liberación de los pueblos y del hombre. Sin embargo,
hoy vemos unos cuantos periodistas llamando a una intervención
militar en Venezuela, auspiciado por los Estados Unidos. De pedirle
al presidente de Colombia, Iván Duque, que conforme una fuerza
multinacional para acabar con la revolución. Elogiar las políticas
del gobierno norteamericano, sin cuestionar lo que ocurre con más de
2 mil niños que encerrados en jaulas, viven las más cruentas
violaciones de los derechos humanos. La OEA está más pendiente de
Venezuela, pero no se ha manifestado por los periodistas asesinados
desde el 2000 en México.
Estos periodistas
actúan como originalísimo Fouché, creador del gabinete negro de la
época Napoleónica, para aplicar censura de prensa a quienes se
opusieran a Bonaparte. Fue Fouché el primero en utilizar los fake
news.
Acabaron con el
tubazo, convirtieron al Colegio Nacional de Periodistas en apéndice
de la MUD y del Frente Amplio por una Venezuela “Libre”, donde se
defiende más a los dueños de medios que a los propios agremiados.
Por cierto, en las elecciones del 2012, hubo una abstención del 85%,
y el actual presidente no cumplió con los estándares
internacionales de una elección, apenas un 7% participó. Es la
guerra mediática, donde, según Pedro Penzini, quien no es
periodista, hay comunicadores oficialistas y de oposición. Es
inaceptable ese argumento.
Las corporaciones
mediáticas acabaron con la identidad de los periodistas, en función
de lograr objetivos inconfesables, tal como ocurrió el 11 de abril
de 2002. Es una hora estelar para la comunicación social, tomando en
cuenta el bicentenario del Correo del Orinoco, donde se imponga una
visión holística de la Ley de Ejercicio del Periodismo, con una
nueva ley para incorporar al comunicador popular y otras
especialidades que a lo largo de los años, se han convertido en
elemento preponderante de la noticia y la información.
A pesar de ello,
estoy orgulloso de ser periodista. Mi nieta mayor es ya Licenciada en
Comunicación Social, mención periodismo impreso. Una de mis
hermanas es periodista graduada en la ULA, su esposo también. Este
27 de junio es tiempo de reflexión y de celebrar que el Libertador
nos dio el instrumento más expedito para confrontar la guerra
mediática. Es hora de activar la artillería del pensamiento. Si en
el cielo existe el ejercicio del periodismo, con mucho orgullo me
pongo al servicio de Dios para seguir siendo comunicador.