Para
Arcadia Arocha, una viejita de ochenta años, nacida en Altamira,
primera urbanización chic de la Caracas mantuana, la situación que vive el país
nunca había ocurrido. Decía que como era posible que involucraran a un joven
como Juan Requesens en algo que apenas produjo una explosión de traquitraqui, y
de acusar a Julio Borges de ser autor intelectual del magnicidio presidencial a
Nicolás Maduro. El problema es que “mamá Caya”, como la llaman los opositores
que se reúnen en la plaza Altamira, sus nietos y bisnietos la mantienen en una
continua cura mediática, producto de los bombardeos de CNN y los canales
colombianos.
No se acuerda doña Arcadia sobre los hechos ocurridos
durante el gobierno de Rómulo Betancourt. No tenía tiempo para eso. Su ir y
venir a Valle Arriba Golf & Country Club, o jugar canasta en La Lagunita,
era lo cotidiano, junto con los Machado Zuloaga, los López Mendoza, gente de
alta ralea. Por ello, la honorable matrona nunca se enteró que en Venezuela
hubo más de 10 mil víctimas de asesinato, tortura y desaparición por razones
políticas. Que se instauró “un disparen primero y averigüen después”, célebre
frase del “Padre de la Democracia”, Rómulo Betancourt, que se recrudeció en los
gobiernos de Raúl Leoni, Rafael Caldera, Carlos Andrés Pérez. Donde la moda
periodística, era reseñar el funcionamiento de seis teatros de operaciones,
siendo el TO-4 de oriente el de mayor resonancia nacional. En los recuerdos de
la matrona octogenaria solo estaba presente que Fedecámaras es la principal
institución que aportaba a los gobiernos adeco-copeyanos, quienes ocuparían los
cargos de ministros de economía y presidentes del Banco Central. Que en el país
jamás hubo un viernes negro, y los hechos de corrupción en los bancos que se
llevaron los “reales” de los ahorristas. Muchos de ellos se suicidaron. Pero no,
para ella, su preocupación es que Requesens es una víctima, sin tomar en cuenta
que dirigió las guarimbas de 2017, junto con Freddy Guevara, Gaby Arellano,
donde 157 víctimas fueron asesinados con la anuencia de la ex Fiscal Luisa
Ortega Díaz, incluyendo la quema de varias personas, por parecer chavistas. Sin
sumar los muertos de 2013, cuando Henrique Capriles llamó a descargar la
arrechera por el inminente triunfo de Nicolás Maduro. O desconocer que en 2014,
Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma llevaron a la muerte a
41 venezolanos.
En ese imperceptible recuerdo del 27 de febrero de
1989, solo atina a decir que eran malandros que pretendieron acabar con el
empresariado venezolano. En fin Arcadia Arocha, le confesó a su sacerdote
personal, miembro de la Conferencia Episcopal Venezolana, que en sus oraciones
le pidiera a Dios el mayor castigo para Nicolás Maduro, por haberle ocasionado
a Juancito la pérdida, en pocas horas, de ochenta kilos; sin saber que todo era
producto de un bypass gástrico. Algunos que estaban cerca de “Mamá Cayita” se
reían, porque lograron el objetivo de manipularla, como lo hicieron sus hijos,
nietos y bisnietos en los últimos 50 años. A ella solo le quedaba el grato
recuerdo de haber convivido con María Antonieta López de Mendoza,
descendiente de Juana Bolívar, una de
las tres hermanas del Libertador. Eso da caché.